Conservar la biodiversidad del planeta, que en el último medio siglo ha desaparecido a un ritmo de hasta un 6% por década, costaría entre 688.000 millones y 921.000 millones por año. Sin embargo, los gobiernos del mundo están dedicando a esta tarea apenas 129.000 millones y, no sólo eso, desde 2021, las subvenciones públicas explícitas destinadas a sectores que impulsan el deterioro de la naturaleza, se han disparado un 55%.
La Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) de la ONU, formada por más de 150 países, acaba de hacer público en Namibia el informe Cambio Transformador, elaborado a lo largo de tres años por más de 100 expertos de 42 países de todas las regiones del mundo, con el objetivo de detener el «colapso de la biodiversidad del planeta».
«La biodiversidad es vital para satisfacer la creciente necesidad de alimentos, piensos, fibras y combustibles de la humanidad», apunta Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
El documento advierte que retrasar las acciones para detener e invertir esta pérdida de biodiversidad en el mundo, aunque solo sea una década, costará el doble que actuar ahora, considerando además que, según sus estimaciones, recuperarlo podría generar más de 10.000 millones de euros en oportunidades de negocio, y 395 millones de puestos de trabajo en todo el mundo de aquí a 2030.
«Según las tendencias actuales, existe un grave riesgo de que se produzcan varios puntos de inflexión biofísicos irreversibles, como la desaparición de los arrecifes de coral de baja altitud, la extinción de la selva amazónica y la pérdida de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida occidental. La mayoría de enfoques pasados y actuales en materia de conservación no han logrado detener ni invertir el declive de la naturaleza en todo el mundo, lo que está teniendo graves repercusiones para la economía y el bienestar humano», afirmó la profesora Karen O’Brien, catedrática de Geografía Humana de la Universidad de Oslo, y Copresidenta de Evaluación del IPBES junto con el profesor de Política Ambiental en la Universidad de Míchigan, Arun Agrawal (India y EE. UU.) y el doctor en Ciencias Agropecuarias por la Universidad de Buenos Aires, Lucas Garibaldi (Argentina).
«Con nuestro mundo natural al borde del punto de no retorno y una emergencia climática que se agrava cada día, el cambio gradual ya no es suficiente», sentencia Qu Dongyu, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El informe subraya entre las causas subyacentes de la pérdida de biodiversidad la desconexión de las personas con la naturaleza. Menos del 15% de los bosques se gestionan de manera sostenible. También la concentración desigual de la riqueza, y las políticas que priorizan las ganancias a corto plazo. «Quienes más se han beneficiado de las actividades económicas asociadas a los daños a la naturaleza -en particular, los países de renta alta y las personas ricas- tienen una mayor responsabilidad y capacidad de actuación. Responsabilizarlos puede desatar los recursos que impulsan el cambio», apunta Agrawal. Casi el 40% de la riqueza global está en manos del 1% más rico de la población mundial.
«La diversidad de las sociedades, las economías, las culturas y los pueblos significa que ningún enfoque por sí solo proporciona una idea de cómo lograrlo», dijo la profesora O’Brien. Aunque consideran que la visión en «armonía con la naturaleza» de los pueblos indígenas tiene una mayor probabilidad de promover el cambio transformador. Ofrecen filosofías y conocimientos ancestrales basadas a veces en experienciales no humanas de conocer y dar sentido al mundo, subraya el informe.
Fuente: elmundo.es / Ricardo F. Colmenero.
https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2024/12/18/67629a21e9cf4aea578b4579.html