Ya sea en el rincón abarrotado de un bar español o en el centro de una cena de Navidad con la familia, un plato de mejillones al vapor siempre se convierte en el centro de atención. Su aroma salino y su textura jugosa evocan el sabor inconfundible del mar. Pero este manjar tradicional oculta un problema inquietante que amenaza tanto nuestra salud como el equilibrio del planeta: la contaminación por microplásticos.
Un estudio reciente del Centro de Tecnología Ambiental Alimentaria y Toxicológica de la Universidad Rovira i Virgili (TecnATox), en Tarragona, ha sacado a la luz un dato alarmante: los mejillones que disfrutamos en nuestras mesas contienen un promedio de nueve microplásticos por unidad.
Estas partículas invisibles a simple vista provienen principalmente de fibras sintéticas liberadas por nuestras propias actividades, como el lavado de ropa o la producción de pellets. Estas fibras viajan desde los desagües hasta los océanos, donde los mejillones, al filtrar agua para alimentarse, las ingieren. El investigador Joaquin Rovira insiste en que «nos estamos comiendo nuestras propias camisetas» y en que es un problema que se da en todo el planeta.
Qué alimentos contienen microplásticos
El problema no se detiene en el plato. Los consumidores frecuentes de mejillones y otros mariscos, como ostras y coquinas, podrían estar ingiriendo hasta seis metros de fibras sintéticas al año, según el análisis de TecnATox. Este dato inquietante resalta la magnitud de la contaminación por microplásticos, que ha invadido no solo los océanos, sino también los suelos agrícolas y el aire que respiramos.
En el estudio, los científicos analizaron la concentración de microplásticos en especies de moluscos consumidas de la costa catalana. En total, se analizaron más de 2.300 individuos. Las ostras grandes y los mejillones mostraron la mayor concentración de microplásticos por individuo, con niveles de que sugieren que el consumo de moluscos es una importante vía de exposición a microplásticos para la población catalana.
Riesgos documentados para la salud
Los microplásticos son partículas diminutas que actúan como esponjas químicas, transportando sustancias tóxicas que se acumulan en los tejidos vitales del cuerpo humano. La ingesta de microplásticos está asociada a una serie de riesgos potenciales como daño celular, cáncer, inflamación, alteraciones endocrinas y problemas en el sistema inmunológico. Además, su capacidad para transportar contaminantes químicos aumenta la preocupación sobre su impacto a largo plazo en la salud humana.
El caso de los mejillones es solo un ejemplo de cómo estas partículas han infiltrado toda la cadena alimentaria. Los microplásticos no solo están presentes en mariscos y pescados, sino también en productos agrícolas contaminados por suelos afectados y en alimentos almacenados en envases plásticos. Es un invasor silencioso que tiene implicaciones palpables para la salud y el medio ambiente.
¿Qué podemos hacer?
Si bien la lucha contra los microplásticos requiere soluciones globales, existen medidas que podemos tomar a nivel individual. Reducir el consumo de alimentos envasados en plástico y optar por productos frescos y ecológicos son pasos importantes para minimizar la exposición. Lavar adecuadamente frutas y verduras antes de consumirlas también ayuda a reducir el riesgo.
Además, ser conscientes de nuestras elecciones cotidianas (como usar fibras naturales en lugar de sintéticas a la hora de comprar ropa y reciclar adecuadamente) puede ayudar a disminuir la cantidad de microplásticos que liberamos a la naturaleza.
Los mejillones, uno de los símbolos más queridos de la gastronomía española, nos cuentan una historia mucho más profunda: la de un mundo en el que nuestras acciones tienen consecuencias que no vemos. Abordar el problema de los microplásticos no solo es una cuestión de preservar nuestros alimentos tradicionales, sino también de proteger nuestra salud y el equilibrio de los ecosistemas.
Fuente: larazon.es / L. Cano