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Descubren que el polvo del Sáhara es un ‘fertilizante’ del océano clave para el secuestro de carbono

Compite con muy pocos escenarios por ser el lugar más inhóspito de la tierra. Es el desierto cálido más grande del mundo. Abarca la mayor parte de África del Norte. Una extensión casi tan grande como China o Estados Unidos. Un ejemplo de donde no es posible la vida. Sin embargo, una nueva investigación acaba de revelar su importancia para vida en los océanos, e incluso para el secuestro de carbono por parte del fitoplancton.

Las olas de polvo que invaden cada año la Península Ibérica, ahora resulta que son claves para la biología marina, por culpa de su riqueza en hierro, un micronutriente indispensable para la vida. El hierro lega a los océanos y a los ecosistemas terrestres a través de los ríos, el derretimiento de los glaciares, la actividad hidrotermal y, especialmente, el viento. El Sáhara es el mayor productor de polvo del planeta. Transporta un promedio de 182 millones de toneladas de polvo al año, y en su interior viaja el hierro que permite a los seres vivos realizar procesos como la respiración, la fotosíntesis y la síntesis de ADN.

«El hierro transportado parece estimular los procesos biológicos en los océanos de la misma manera que la fertilización con hierro la estimula en los continentes. Este estudio es una prueba que confirma que el polvo con hierro tiene un gran impacto en la vida marina a grandes distancias», apunta el doctor Jeremy Owens, profesor asociado de la Universidad Estatal de Florida y coautor de un nuevo estudio en Frontiers in Marine Science.

Y no sólo eso. El hierro que viaja en el polvo del Sahara, y que sopla hacia el oeste sobre el Atlántico, aumenta sus propiedades con la distancia. «Cuanto mayor es, más bioreactivo», apunta Owens.

Y eso que la presencia de hierro parece testimonial. El polvo del Sáhara está compuesto de entre un 50% y un 65% de silicatos; entre un 5% y un 15% de sulfatos; entre un 4% y un 8% de sílice; entre un 5% y 20% de caliza; entre un 6% y un 10% de material carbonaceo, y apenas entre un 1% y 2% de hierro.

Además, no todas las formas químicas del hierro son bioreactivas, es decir, que no todas están disponibles para que los organismos las absorban. Owens y sus colegas midieron las cantidades de hierro bioreactivo y de hierro total en varios fondos del océano Atlántico, dentro del Programa Internacional de Descubrimiento de los Océanos (IODP, por sus siglas en inglés). El IODP tiene como objetivo mejorar nuestra comprensión del cambio climático, de las condiciones oceánicas, de los procesos geológicos y del origen de la vida.

Los investigadores seleccionaron cuatro muestras en función de su distancia al llamado Corredor de Polvo del Sahara-Sahel. Este último se extiende desde Mauritania hasta Chad. Las muestras más cercanas se recogieron a unos 200 y 500 kilómetros al oeste y al noroeste de Mauritania. La tercera muestra en el Atlántico medio, y la cuarta a unos 500 kilómetros al este de Florida. Los autores estudiaron desde los 60 hasta los 200 metros de profundidad, lo que demostró que hay depósitos de hierro que se remontan a los últimos 120.000 años, es decir, desde el último período interglacial. Los datos coincidían con los isótopos del polvo del Sahara.

Con una serie de reacciones químicas, los investigadores midieron las fracciones de hierro total presentes en los sedimentos en forma de carbonato de hierro, goethita, hematita, magnetita y pirita. El hierro presente en estos minerales, si bien no es bioreactivo, creen que se formó a partir de formas más bioreactivas, a través de procesos geoquímicos producidos en el fondo marino.

«En lugar de centrarnos en el contenido total de hierro, como se había hecho en estudios anteriores, medimos el hierro que se puede disolver fácilmente en el océano y al que los organismos marinos pueden acceder por sus vías metabólicas», apunta Owens. «Solo una fracción del hierro total presente en los sedimentos es biodisponible, pero esa fracción podría cambiar durante el viaje desde su fuente original. Nuestro objetivo era explorar esas relaciones».

Los resultados mostraron que la proporción de hierro biorreactivo era menor en los núcleos más occidentales que en los más orientales. «Nuestros resultados sugieren que durante el transporte atmosférico a larga distancia, las propiedades minerales del hierro ligado al polvo, que originalmente no era bioreactivo, cambian, volviéndolo más bioreactivo. Después este hierro es absorbido por el fitoplancton antes de que pueda llegar al fondo», apunta el doctor Timothy Lyons, profesor de la Universidad de California en Riverside y coautor del estudio.

Los investigadores concluyen que el polvo que llega a regiones como la cuenca amazónica y las Bahamas puede contener hierro disponible para la vida, gracias a la gran distancia que recorre desde el norte de África, sometido a los procesos químicos atmosféricos.

La disponibilidad de hierro suele ser un recurso muy limitado en los océanos actuales, lo que significa que si pudiéramos aumentar el flujo de hierro, aumentaría la cantidad de fitoplancton, responsable de absorber el carbono de las aguas superficiales, y de liberar oxígeno, con consecuencias para el clima global.

Fuente: El Mundo. Ricardo F. Colmenero.

https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2024/09/20/66ed2275e4d4d8ea408b457d.html

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