En 2018, el prestigioso economista norteamericano William Nordhaus, profesor de la Universidad de Yale, recibió el Premio Nobel de Economía por sus valiosas propuestas para integrar el cambio climático en el análisis económico a largo plazo. A finales de ese mismo año, cansado de que la «aburrida competencia» entre los argumentos de alarmistas y escépticos estuvieran convirtiendo el debate sobre el cambio climático y la economía en «algo parecido a un pleito entre abogados», publicó un libro con el que pretendía contribuir al conocimiento y la comprensión del calentamiento global desde una perspectiva económica.
Para Nordhaus el cambio climático es «uno de los asuntos más preocupantes de nuestro tiempo» sin embargo, lo estamos afrontando como una cuestión de azar: tirando los dados al aire sin pensar en el posible resultado. Por eso tituló a su libro El casino del clima (2019, Ediciones Deusto). Convertido en éxito editorial, el ensayo demuestra que el fenómeno del calentamiento global no pertenece en exclusiva al ámbito de las ciencias ambientales, sino que está directamente relacionado con la economía. De hecho, es en la economía donde el autor sitúa «tanto la fuente del problema como la solución al mismo». Por eso subraya una y otra vez el grave riesgo de anteponer economía y medio ambiente a la hora de afrontar el reto climático.
En ese sentido, Nordhaus coincide con lo que diez años antes determinó el economista londinense Sir Nicholas Stern en su célebre informe para el Gobierno Británico. Considerado como uno de los estudios más rigurosos e influyentes elaborados hasta la fecha sobre el impacto de la crisis climática en la economía mundial, el Informe Stern alertaba entonces que el coste de los daños que la crisis climática provocaría a la economía podría llegar a equivaler al 20% del PIB mundial hacia mediados de siglo. «El mundo no tiene opción a la hora de escoger entre evitar el cambio climático o seguir apostando por el mercado: de hecho, el cambio climático es el mayor fracaso del mercado», concluía el economista en jefe del Banco Mundial y catedrático de economía de la London School of Economics (LSE).
Las propuestas de ambos economistas han sido defendidas desde entonces en las principales cumbres y foros internacionales. En la última edición del Foro Económico Mundial en Davos se volvió a destacar que los impactos derivados de la crisis climática suponen el mayor riesgo para la economía mundial, y que lejos de reducirse, dichos impactos no hacen sino adquirir mayor rango. En el informe de riesgos globales 2024 presentado por la organización se situaban como principales amenazas (por este orden): el aumento de la recurrencia e intensidad de los fenómenos climáticos extremos, los cambios críticos de los sistemas de la Tierra, la pérdida de biodiversidad y el agotamiento de los recursos naturales.
Sin embargo, en las últimas semanas está adquiriendo fuerza en la UE el discurso de la duda sobre la oportunidad, no ya de incrementar, sino de mantener los actuales esfuerzos de adaptación y mitigación del cambio climático. Desde las indecisiones de la presidenta Von der Leyen a la hora de defender el compromiso con la acción climática de la UE, un compromiso inspirado en gran medida por ella misma, hasta la llamada de atención del Informe Draghi al respecto, en el que el político italiano no duda en contraponer economía y medio ambiente al proclamar que no podemos ser a la vez «faro de la responsabilidad climática y actor independiente en la escena mundial» y recomendar «reducir algunas de nuestras ambiciones, sino todas», en una clara alusión al Pacto Verde.
El liderazgo de la UE en juego
Algunos analistas opinan que el Informe Draghi debería ser la nueva hoja de ruta a seguir. Un nuevo rumbo que debe alejarnos del seguido hasta ahora, y que ha convertido a la UE en líder mundial en sostenibilidad y compromiso climático. El cambio de orientación, señalan algunos, debe llevarnos a robustecer la economía europea frente a sus principales competidores, China y Estados Unidos, ante quienes nuestros planes de descarbonización están suponiendo un pesado lastre. Sin embargo, ese cambio de rumbo comporta asumir los riesgos identificados y la incertidumbre del destino hacia el que nos conduce.
Nuestras acciones actuales —recalca el Informe Stern— y las de las próximas décadas podrían desembocar en importantes perturbaciones en las actividades tanto económicas como sociales en el futuro, a una escala que sería comparable a las repercusiones asociadas a las grandes guerras y a la depresión económica de la primera mitad del siglo XX. Unas repercusiones que serían muy severas y difícilmente subsanables.
Todos los investigadores que estudian la evolución del calentamiento global coinciden en señalar que los planes de descarbonización son el mejor salvavidas, acaso el único, del que disponemos en esta travesía por el mar de las tinieblas, que es la crisis climática. Y los economistas lo saben, y así lo llevan advirtiendo desde hace décadas. Como indica el profesor Nordhaus, el calentamiento global tiene «una fuerza destructiva devastadora, para el medio ambiente y para la economía». Y la descarbonización, más allá de la ralentización que comporte, es la única estrategia viable para seguir prosperando a un ritmo más sensato y sostenible.
Los datos recogidos por el catedrático de la LSE en su trabajo conducían a una clara conclusión: los beneficios de la adopción de prontas y firmes medidas en la lucha contra el cambio climático, cuyo coste calculado en términos económicos podría limitarse al 1% del PIB global mundial, superarían con creces los costes económicos de la inacción, ese 20% que señalábamos más arriba. Y todos los expertos en economía, que no en ecología, coinciden actualmente en que eso es así.
«Los seres humanos hemos contribuido al calentamiento global de forma progresiva», nos dice Nordhaus. Hoy hemos alcanzado un punto de inflexión que exige tomar medidas. Debemos corregir el error y frenar el crecimiento descontrolado de las emisiones de CO2 asociadas a la quema de combustibles fósiles. La buena noticia es que esa rectificación se puede conseguir pagando un coste relativamente bajo». Como resalta el Nobel en el El casino del clima, todavía estamos a tiempo de abandonar el juego y eludir el riesgo de arruinarnos. En ese sentido, abandonar los compromisos climáticos equivaldría a pedir más fichas.
Fuente: El Confidencial. José Luis Gallego. https://blogs.elconfidencial.com/medioambiente/ecogallego/2024-09-15/economia-medio-ambiente-informe-draghi_3961511/