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De arrasar el fondo marino a alimentar y proteger la vid, la otra vida del alga asiática

Llegó como polizón en grandes mercantes procedentes del Pacífico, de Japón, China, Corea o Filipinas. Agazapada en los depósitos de lastre de estos gigantes, se coló primero en el litoral de Ceuta, fue vista después en el Estrecho de Gibraltar y de ahí se expandió con tanta rapidez que en apenas nueve años se ha extendido hasta las costas catalanas. Se la conoce popularmente como alga asiática, aunque su nombre de bautismo es Rugulopteryx okamurae, y es la protagonista de una invasión tan silenciosa como masiva que ha puesto en jaque la biodiversidad de los fondos marinos del sur y el levante.

Es capaz de vivir desde los 30 metros de profundidad hasta las zonas intermareales y se fija a las rocas, a los cangrejos y hasta a otras algas. Acaba con los corales y desplaza a bancos de peces y a otras algas. Por no hablar de los efectos sobre el turismo, que huye de las alfombras pestilentes que forma en las orillas de las playas. Es tan destructiva que en 2020 el Ministerio de Transición Ecológica la declaró, formalmente, como especie invasora.

Pero el alga asiática podría tener otra vida, una reencarnación en la que deje una huella positiva, en la que en vez de destruir contribuya a mejorar, por ejemplo, la protección y la producción de uva para la potente industria española del vino.

Empeñado en darle esa segunda oportunidad a la Rugulopteryx okamurae está un equipo del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (Ifapa), dependiente de la Junta de Andalucía, que trabajan desde hace varios años para encontrar la forma de convertir esta especie invasora en fungicida y fertilizante natural de la vid a través de dos proyectos bautizados como Seawines y Ecovid. El primero está más avanzado y el segundo está en una fase aún embrionaria, pero si los resultados son positivos, se le habrá encontrado una solución a lo que ahora es únicamente un problema.

REMEDIO CONTRA LAS PLAGAS DE LAS VIDES

Cuenta Belén Puertas, investigadora del Ifapa, que el alga asiática es rica en polisacáridos, lo que permitiría usarla como fertilizante o bioestimulante para la viticultura. Pero es que, además, este alga de color parduzco tiene también un considerable contenido de cobre, lo que abre la puerta a que se pueda utilizar para combatir las dos plagas más peligrosas de las vides, el mildiu y el oidio, una auténtica pesadilla para los viticultores.

La primera, «ahora en su apogeo», señala Puertas, cubre las hojas de manchas, restando capacidad de fotosíntesis a la planta, además de atacar al racimo, cuyo crecimiento paraliza. La consecuencia, una reducción de la cosecha.La segunda, el oidio, es aún peor, raja la uva y la seca, lo cual afecta a la calidad de la misma y del vino.

Las dos plagas se combaten, normalmente, con tratamientos químicos y en lo que están los investigadores del proyecto Seawines del centro del Ifapa en Jerez de la Frontera es en probar un extracto de alga asiática que los sustituya. Para ello, recogen algas en las costas de Algeciras y, tras identificarlas y analizarlas genéticamente para no confundirlas con otros parientes, las liofilizan (las secan congelándolas) y las machacan hasta obtener un polvo que, a continuación, disuelven en un medio acuoso a 80 grados centígrados y en agitación continua.

El extracto obtenido lo están probando junto a otras cuatro fórmulas: los tratamientos químicos, los ecológicos actuales, simple agua y el extracto de otra alga, esta autóctona, la Ulva lactuca, la lechuga de mar. El objetivo es comparar los resultados y, a partir de ahí, sacar conclusiones. Hay dos campos de pruebas, la finca Rancho La Merced, del Ifapa, y la finca La Grajera, del Instituto de Ciencias de la Vid y el Vino de La Rioja, que colabora en la investigación.

Puertas explica que los resultados podrían llegar a lo largo de este año, pues las condiciones de sequía y falta de humedad de la campaña de 2023 la convirtieron en una cosecha anómala por la casi ausencia de enfermedades con las que probar el extracto de Rugulopteryx okamurae y las lluvias que han caído en estos meses, en cambio, han vuelto a traer consigo las plagas. «El mildiu ya está aquí», apunta Puertas.

La otra línea de investigación, la bautizada como Ecovid, se centra exclusivamente en estudiar las propiedades del alga asiática como bioestimulante y como fertilizante y se trabaja con algas recogidas en las costas de Gibraltar y en Motril (Granada) en ocho momentos diferentes, desde el año pasado hasta 2025.

En este caso no se emplea el alga en crudo sino que se fermenta para sacar, sobre todo, los carbohidratos que encierra en su composición y que son susceptibles de convertirse en un potente fertilizante natural para la vid. Antes de eso y tras la recogida, el proceso pasa por la caracterización genética del alga, verificar que es alga asiática y comprobar su contenido en nitrógeno, carbono y azufre.

El proyecto Seawines, que dirige como investigadora principal Emma Cantos y en el que también participan el Instituto de Ciencias de la Vid y el Vino de La Rioja, Neiker y la Universidad del País Vasco, arrancó en 2021 y debía terminar este año, pero ha sido prorrogado hasta mayo de 2025, mientras que Ecovid, del que es investigadora principal Belén Puertas, tiene como horizonte temporal el año 2026.

Fuente: El Mundo. Chema Rodríguez.

https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2024/05/03/66322ef2e4d4d8101a8b45a0.html

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