Algo en apariencia tan común y simple como abrir el grifo y que salga agua potable, de forma constante y segura, es sin embargo uno de los lujos más exclusivos de los países desarrollados. Un auténtico privilegio al que, según el último informe conjunto de Unicef y la OMS, no pueden acceder los más de 2200 millones de personas que todavía carecen de un acceso seguro a este recurso vital. Una cifra que, lejos de reducirse, aumentará en los próximos años como consecuencia del cambio climático, provocando asimismo un aumento de los conflictos territoriales.
Para incidir en la relevancia de ese desafío, y bajo el lema ‘Agua para la Paz’, la ONU ha querido aprovechar la celebración de este Día Mundial del Agua 2024 para hacer un llamamiento a la cooperación internacional para evitar que el acceso a los recursos hídricos siga aumentando y agravando las luchas en el mundo, pues como señala esta organización “cuando el agua escasea o está contaminada, o cuando las personas tienen un acceso desigual a ella, aumentan las tensiones entre comunidades y países”.
Un buen ejemplo de ello es lo que sucede en el conflicto árabe israelí, agravado en gran medida por el control de los escasos recursos hídricos de la cuenca del Jordán. Aunque es cierto que en los últimos años el país hebreo ha extendido notablemente su capacidad de desalinización y regeneración hasta llegar a abastecerse en más de tres cuartas partes de estos nuevos recursos.
Más enfrentamientos por el agua
En su mensaje institucional del Día Mundial del Agua, que se viene celebrando cada 22 de marzo desde 1993, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha aludido a la crisis climática como un factor agravante que puede extender los conflictos por el agua. “Nuestro planeta se está calentando -ha recordado el diplomático portugués- y como consecuencia, el nivel del mar va en aumento, los regímenes de lluvia cambian y los ríos desaparecen o se desbordan”. Unos fenómenos que, en opinión de Guterres “Están provocando intensas sequías en algunas regiones y graves inundaciones en otras”.
Entretanto, y como subraya el líder de la ONU “la contaminación y el consumo insostenible del agua potable ponen en peligro la disponibilidad de un recurso básico del que dependen todas las formas de vida. Su disminución puede aumentar la competencia y avivar las tensiones entre personas, comunidades y países, agudizando así el riesgo de conflicto en cada vez más regiones del planeta”.
Una disminución que no solo sufren los países más áridos, sino que amenaza con afectar al continente europeo como consecuencia de la crisis climática. Así, el primer Informe de Evaluación Europea del Riesgo Climático (EUCRA por su sigla en inglés), presentado hace unas semanas por la Agencia Europea de Medio Ambiente, insiste en destacar que Europa es el continente que se calienta de manera más rápida como consecuencia del cambio climático. Actualmente el ritmo de calentamiento de nuestro continente es 2,5 veces superior a la media global del planeta. Y según las proyecciones estimadas por el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S) ese incremento podría elevarse todavía más en las próximas décadas hasta llegar a alcanzar los siete grados de aumento respecto a la época pre industrial hacia finales de este siglo.
Según el EUCRA una de las consecuencias más evidentes de la crisis climática en Europa es el cambio del patrón de lluvias. Las precipitaciones extremas están aumentando en gravedad dando lugar a catastróficas inundaciones en diversas regiones del continente. Al mismo tiempo, en el sur se están intensificando las sequías, cada vez más severas, prolongadas y recurrentes lo que supone una amenaza significativa para las cosechas, la seguridad alimentaria, la generación de energía hidráulica y el abastecimiento de agua potable a la población.
Los conflictos aumentan en Europa
Para documentarlo el EUCRA cita las graves inundaciones de 2021 en Alemania y Bélgica que causaron daños económicos por valor de 44.000 millones de euros y, lo que es aún peor, se cobraron más de 200 vidas humanas. O las de 2023 en Eslovenia, donde los daños estimados superaron el 16 % del PIB nacional, y las acaecidas en Grecia y Turquía, donde además de las numerosas muertes, provocaron miles de refugiados climáticos y graves pérdidas en las infraestructuras y la agricultura. Una tendencia que irá en aumento a medida que Europa avance hacía un clima cada vez más cálido, tal y como señalan los informes científicos, tanto del IPCC como de Copernicus.
Ante el dilema de garantizar el acceso al agua en un entorno climático desfavorable, António Guterres ha querido aprovechar la celebración del Día Mundial del Agua 2024 para hacer un llamamiento a la comunidad internacional ante el «grave reto al que nos enfrentamos». En su opinión es urgente “emprender esfuerzos conjuntos que trasciendan las fronteras, por lo que insto a todos los países a que se adhieran al Convenio del Agua de las Naciones Unidas, que promueve la gestión sostenible de los recursos hídricos compartidos, y lo apliquen”.
Un reto para la humanidad
Para Guterres “la administración del agua puede reforzar el multilateralismo y los lazos entre comunidades, así como aumentar su resiliencia ante los desastres climáticos. También puede impulsar los progresos en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que son la base de las sociedades pacíficas al promover, entre otras cosas, la seguridad hídrica”, aludiendo aquí tanto al acceso al agua potable como a la prevención de daños por desastres naturales.
A este respecto la ONU recuerda que, según informes del Banco Mundial, los desastres naturales relacionados con el agua predominan en la lista de las mayores catástrofes que han tenido lugar en el último medio siglo, representando en su conjunto el 70 % de todas las muertes relacionadas con este tipo de eventos. Por eso aprovecha esta fecha para hacer un llamamiento a la colaboración de toda la comunidad internacional. «A medida que aumentan los impactos del cambio climático y crece la población -advierte- existe la necesidad apremiante, dentro de los países y entre ellos, de unirse para proteger y conservar nuestro recurso más preciado. La salud pública y la prosperidad, los sistemas alimentarios y energéticos, la productividad económica y la integridad ambiental dependen del buen funcionamiento y la gestión equitativa del ciclo del agua«.
Fuente: El Confidencial. José Luis Gallego.