Una parte de la batalla por el clima se juega en la cesta de la compra. Decidir los productos que llegan a nuestra mesa influye en la lucha contra el calentamiento del planeta. Así lo subraya un nuevo estudio publicado este miércoles en Science Advances, que muestra cómo un cambio a nivel mundial hacia una dieta flexitariana -alimentación basada en frutas, verduras y legumbres- contribuiría a hacer posible el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París, que aspira a limitar el calentamiento del planeta por debajo de 1,5 °C.
Una de las principales novedades de este nuevo trabajo es que se trata de uno de los primeros en analizar y estimar el impacto específico del sector agroalimentario en la reducción de gases de efecto invernadero (GEI) y en modelizar la influencia que cambios en la dieta a escala global podrían tener en este sentido.
«La reducción de GEI relacionada con los cambios en la dieta, especialmente del metano procedente de los rumiantes, criados por su carne y leche, permitiría ampliar el presupuesto mundial de emisiones de CO2 en 125 gigatoneladas adicionales (el actual está en 500 gigatoneladas)», resume Florian Humpenöder, científico del Instituto Potsdam de Investigación del Impacto Climático (PIK) y coautor principal del estudio. «Una dieta más sostenible y flexitariana aumenta la viabilidad de los objetivos del Acuerdo París de varias formas», añade el investigador, que señala la reducción de la deforestación y de las emisiones de nitrógeno.
Como referencia para realizar sus modelos, los científicos han tomado la propuesta de dieta planetaria elaborada en 2019 por la publicación científica The Lancet, en la que predominan los ingredientes de origen vegetal y que recomienda un consumo de carne roja en torno a los 100 g semanales por persona (recomendaciones que en gran medida corresponden a la dieta mediterránea tradicional).
En Europa y América alcanzar esos valores implicaría una importante reducción del consumo total, en relación a las cifras actuales. Una recomendación que Naciones Unidas viene repitiendo desde hace años, señalando en particular que la producción de alimentos de origen animal, especialmente la carne roja y los productos lácteos, está asociada a las mayores tasas de emisión de gases de efecto invernadero del sector agrícola.
PASTOS EN DETRIMENTO DE LOS BOSQUES
La organización apunta en particular a que su producción requiere a menudo extensos pastos, que en muchas regiones se crean en detrimento de bosques. Además, las reses emiten metano cuando digieren y los residuos que generan, así como los fertilizantes usados en los cultivos para su alimentación, generan óxido nitroso. Por eso los organismos internacionales están animando a aumentar el porcentaje de alimentos de origen vegetal que implican una menor cantidad de energía, terrenos o agua en su producción, además de una menor huella de carbono
«En la mayoría de países de rentas elevadas, el cambio a una alimentación basada en frutas y verduras fomentaría una mejora en la salud, a la vez que disminuiría notablemente el impacto ambiental, si la comparamos con una dieta basada en carnes animales», afirma la ONU.
COMPROMISOS CLIMÁTICOS
A partir de los resultados obtenidos, los autores del estudio publicado en Science Advances recomiendan que los estados incluyan objetivos sostenibles en el sector agroalimentario en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), las hojas de ruta que detallan sus compromisos climáticos de cada país. También en su política fiscal sobre las emisiones de GEI. Los autores subrayan también que la inclusión de factores sociales y sistemas de compensación para apoyar una economía más sostenible son fundamentales para una transición justa hacia dietas más sanas.
Se estima que las emisiones de GEI en el sector agroalimentario representaron entre un 21% y un 37% del total de las emisiones netas mundiales durante el periodo 2007-2016. Al mismo tiempo, es uno de los sectores más afectados por las consecuencias del cambio climático, que amenazan la seguridad alimentaria mundial.
Durante mucho tiempo ha sido una cuestión marginal en las conversaciones climáticas, eclipsada por la energía y los transportes, hasta que el año pasado la 28ª Conferencia Mundial sobre el Clima (COP28) puso por primera vez la agricultura como uno de los temas centrales. El país anfitrión, Emiratos Árabes Unidos, impulsó un acuerdo firmado por 134 países con el compromiso de incluir la agricultura y la alimentación en sus planes climáticos para 2025.
Fuente: El Mundo. Amado Herrero.
https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2024/03/27/660425c1e85ece2a7f8b459f.html