Precipitaciones algo más escasas y que llegan de forma abrupta, sumadas a un aumento de la temperatura media anual. Este cóctel explosivo provoca que sean más habituales fenómenos meteorológicos extremos como las sequías, una de las amenazas más peligrosas para los ecosistemas naturales y cuyas consecuencias son cada vez más notorias en los bosques de todo el planeta.
España es uno de los países que, por su situación geográfica, más sufre este problema. Como bien explica el meteorólogo y portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), Rubén del Campo, «se encuentra en una encrucijada entre los climas más húmedos del norte de Europa y los desérticos del norte de África». A esto hay que añadir los cada vez más palpables efectos del cambio climático. Los informes de la Aemet indican que en 2022 la temperatura se situó 1,7 grados por encima de la media de toda la serie histórica (1981-2010), llegando a calificar el año como «extremadamente cálido». En cuanto a las precipitaciones, se quedaron en 536 milímetros, alcanzando solo el 84% de la media del ciclo que toma como referencia la agencia.
Un 2022 más seco y caluroso de lo normal que ha enlazado con un 2023 que empezó con una tónica similar, hasta que a finales de mayo han llegado las lluvias. «Se ha evitado que la situación antes de la llegada del verano fuese muy grave y que fuera la primavera más seca desde que se recogen datos», aclara Del Campo. «El suelo y la vegetación van a recibir una dosis de humedad antes de que lleguen las semanas en las que el riesgo de incendio es mucho mayor». Pero, a pesar de ser un hecho muy positivo, las lluvias han llegado de forma torrencial o en tormentas, por lo que, como también comenta Del Campo, «no son tan aprovechables, ya que corren de forma superficial y no se filtran a los acuíferos».
Para los bosques, ecosistemas con una dinámica lenta y ciclos de vida muy largos, los episodios esporádicos de precipitaciones no solucionan su alto estrés hídrico. Según Jordi Martínez, catedrático de Ecología por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) e investigador en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf), «es importante tanto para hacer predicciones como para buscar explicaciones tomar como referencia una ventana de unos cinco años». Teniendo ese periodo en cuenta, califica la situación de las masas forestales españolas de «preocupante», aunque en un futuro «podría llegar a ser alarmante».
Esta afirmación la contrasta con los datos obtenidos desde 2012 por Deboscat, la red de monitorización del estado de los bosques de Cataluña: «Según esta fuente, el porcentaje de árboles de la región afectados por la sequía es del 3%, unas 20.000 hectáreas. El problema es que, si miramos hacia el futuro, todo nos hace indicar que las sequías van a ser mucho más severas».
RÉCORD DE INCENDIOS
Una de las consecuencias más directas de este aumento de las sequías son los incendios. Las estadísticas del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales contabilizó en 2022 un total de 786.049 hectáreas arrasadas por el fuego en toda la Unión Europea (UE). De ellas, el 39% se concentró en España, alrededor de 310.000 hectáreas (3,5 veces más que en 2021), cerrando así el año más negativo en materia de incendios del actual siglo.
Por otro lado, el decaimiento forestal también es uno de los principales causantes de la aparición de plagas en los árboles. Estos insectos o patógenos, que los dañan tanto a nivel mecánico como fisiológico, se expanden con mayor facilidad, llegando a causar la muerte a algunos de ellos y acrecentando el riesgo de incendio. «Tienen dinámicas y comportamientos difícil de prever, pero cuanto más estrés hídrico tiene un bosque, más posible es su aparición», agrega Martínez.
Ante un problema emergente como el de la sequía, desde la Asociación Nacional de Empresas Forestales (Asemfo), que aglutina a las compañías que ejecutan los planes de los gobiernos central y autonómicos en este ámbito, apuestan por incrementar la inversión pública en el sector forestal. Sin embargo, según sus datos, ha caído significativamente desde la crisis financiera de 2008. Además, como señala su presidente, Miguel Ángel Duralde, «gran parte de la misma se ha concentrado en las emergencias, es decir, en los incendios». Y añade un símil sanitario: «Nos centramos solo en las urgencias, que por supuesto son necesarias, pero olvidamos la atención primaria».
Duralde considera que España tiene «los mejores equipos de extinción de incendios», pero cree que es el momento de dar un giro a las políticas forestales y apostar por una gestión completa y global de los bosques. «Tenemos las herramientas necesarias y profesionales formados en ciencia forestal muy preparados para favorecer una situación de mayor seguridad. Hay especies que rondan los 50 años que necesitan una intervención selvícola urgente».
DIVERSIDAD Y RESILIENCIA
Para Martínez, otra de las claves es la variedad, ya que, como subraya, «se ha demostrado que los bosques más diversos son los más resilientes». Dentro de esta diversidad, explica el investigador, hay árboles como los planifolios que «soportan mejor las condiciones adversas de baja humedad». Por ello, aboga por dejar a los ecosistemas en libertad, ya que «España se encuentra ahora mismo en un contexto en el que aparecen de forma natural más planifolios» y, en caso de que sea necesario, «realizar pequeñas actuaciones quirúrgicas para acelerar este proceso».
El de la sequía es un problema que no afecta únicamente a las masas forestales mediterráneas, pero sí serán estas las que más sufrirán sus consecuencias. Como indica Martínez, «lugares como España notarán antes las consecuencias del cambio climático». Por ello, advierte: «Las precipitaciones son difíciles de pronosticar, pero se prevé que vengan años muy secos. Incluso las especies con gran capacidad de acumular reservas van a sufrir».
Fuente: El Mundo
https://www.elmundo.es/extras/medio-ambiente/2023/06/05/6479dc4ae4d4d8242e8b458f.html